¿Nos fiamos del ahora o nos olvidamos de él?
- Yogui ti
- 29 sept 2022
- 4 Min. de lectura
Nos fiamos demasiado de lo que deseamos ahora mismo y nos olvidamos enseguida de lo que sentíamos hace un segundo. Me explico, digamos que no tenemos hambre en este momento y al ver un trozo de fruta que nos encanta, o cualquier plato exquisito, nos entran muchísimas ganas de comerlo… ¿te ha ocurrido?
Hoy pasado el mediodía, justo antes de entrar en la cocina, he tenido la fortuna de acordarme que no tenía nada de hambre en ese instante (es de estas cosas que suceden por casualidad, de repente te fijas en tu tripa y lo piensas) pero al entrar y ver sobre la encimera un trozo exquisito de una fruta que me encanta, me ha apetecido muchísimo comérmela. Antes de decir si me la comí o no, dejadme que explique lo que pasó por mi cabeza: según miraba ese manjar, me daba cuenta que ha sido por el hecho de verlo que ha surgido este deseo de comerlo, sin embargo, justo antes de verlo, ¡no existía! Os parecerá absurdo, pero esta reflexión tiene muchísima más profundidad de lo que parece. Veréis, como tuve la fortuna de tomar consciencia de que, unos instantes antes de ver la fruta, no tenía nada de hambre, eso quiere decir, que lo que ha surgido en mí en el instante de ver la fruta, es un deseo aislado, que no tiene en cuenta nada más que la propia ansia de satisfacer el propio deseo; no tiene en cuenta mi estado anímico (si estoy triste, enfadado o contento) o mis verdaderas ganas de comer (pues ya había comprobado antes de entrar a la cocina, que no tenía hambre); así pues, depende de mí si decidido fiarme de la sensación anterior (antes de entrar en la cocina, teniendo en cuenta el estado de mi cuerpo) más que de la nueva.
Y os preguntaréis, ¿para qué demonios sirve todo esto?, pues nada menos que para darnos cuenta de lo vulnerables que somos ante los objetos de deseo (es decir, aquello que constantemente deseamos o aquello que deseamos de manera esporádica como en el caso de la fruta). Si no investigamos cuál es el origen del deseo que se forma en nuestras cabezas, reaccionaremos ante estos objetos sin objetividad, jamás tendremos la fortaleza para negarnos a lo que deseamos, al menos no sin frustrarnos por la represión. Y voy a explicar un poco mejor esto de la frustración: digamos que decides que no vas a comer nada en todo el día, o únicamente ensalada y ya está, te obligas a ello, porque eres fuerte, ¡¡capaz!! Pues bien, esto lo único que va a conseguir es que mañana, pasado o dentro de 3 días te de lo que yo llamo “un efecto rebote” que te empuje a comer todo lo que no has comido ese día y más… La represión no es el camino; la fuerza de voluntad es muy útil, pero sólo si la enfocamos adecuadamente.
El verdadero sentido de la renuncia es la no frustración, porque a lo que renunciamos no es el objeto que deseamos en sí, es a la ignorancia debido a la cual nos dejamos llevar por el deseo. Me explico, volviendo al caso práctico que mencionaba antes en la cocina con la pieza de fruta, si no hubiera dado la casualidad de que instantes antes hubiera conectado con mi cuerpo, me habría comido ese trozo de fruta sin dudar, aunque no lo necesitase, pues me apetecía y no me hace ningún daño (algo así pensaría internamente para mí “jajaj”). Así pues, la ignorancia sería aquello que vela la realidad de manera global, la sesga en función de nuestras preferencias, no teniendo en cuenta la multitud de factores que intervienen en un determinado momento; tenemos la costumbre de relacionarnos con todo lo que nos rodea asumiendo que solo existen dos factores: “YO” y lo que sea con lo que “YO” me relacione, y lo gracioso es que, “YO”, no siempre tiene en cuenta a nuestro cuerpo físico, a no ser que este corra peligro (y aun así, a veces pasa de él). Por tanto la cuestión es, ¿que es más real, aquello con lo que he conectado, he comprobado tranquilamente, sin influencia de nada ni de nadie o aquello que surge de repente que hace que me olvide de todo lo anterior que forma también parte de mí y que absorbe tanto mi atención que me hace parecer que nada más importa?
Finalmente, te diré que no me comí el trozo de fruta en ese momento, pero no por auto-represión sino por reflexión, salí muy contento de la cocina con la reflexión que había surgido en ese instante y ahora, doy gracias de haber tenido un instante para que la pueda compartir contigo, querido lector, igual de contento que en ese momento. Para terminar la historia, cuando tuve hambre y volví a la cocina pasadas unas horas, me acerqué a la encimera muy lentamente, cogí la fabulosa fruta y disfruté de cada mordisco.
Dharma Tsültrim Puntsoc

Para mí esto demuestra que nos hemos vuelto más impulsivos que racionales, cualidad que se supone que nos separa del mundo animal. Vamos tan deprisa en todo, que ni siquiera nos tomamos un momento para analizar nada.. 🤷♀️